El advenimiento de la democracia
¿Qué significa que la democracia pueda dar origen a una auténtica emancipación humana? Ésta es la pregunta que anima El advenimiento de la democracia. Si, tal como escribía Tocqueville, en las sociedades aristocráticas “uno no ve a sus semejantes más que en los miembros de su casta”, la democracia supone un cambio de raíz: es la invención colectiva de un modo de coexistencia fundado en los nuevos principios de igualdad, de autonomía y de independencia de los hombres en cuanto hombres. La democracia modifica el sentido en que el otro es otro, en que el semejante es semejante: en suma, en que el hombre es hombre. Ahora bien, ¿cómo explicar una transformación tan radical de la experiencia del otro, de uno mismo y de nuestra humanidad, si, como sostiene el relativismo, es mi cultura la que piensa a través de mí cuando creo pensar por mí mismo, si es ella la que orienta mis percepciones cuando creo percibir por mí mismo, si es ella la que fabrica mis deseos y moldea mis gustos? La hipótesis culturalista vendría a ser la nueva versión de la hipótesis cartesiana del genio maligno. ¿Es posible suspender su poderoso hechizo o tendremos que renunciar a la filosofía y ceder al relativismo —se pregunta Robert Legros—? Precisamente, lo que la democracia tiene de liberador es que deja en suspenso las pertenencias (a una clase, un sexo, una raza, una nación, una religión, una lengua) con las que nutrimos nuestras identidades. Esta liberación es, según el autor, inseparable de la práctica fenomenológica conocida como suspensión del mundo “natural” o epojé, por la que son puestas entre paréntesis las obviedades del mundo cotidiano.
La democracia ha de mantener vivas esa fuerza liberadora y esa lucidez vigilante para impedir que dichas pertenencias destruyan la igualdad de condiciones que la define, como sucedería, por ejemplo, “si una sociedad democrática se dejara invadir por el espíritu nacionalista, esto es, si los ciudadanos de una nación sólo vieran a sus semejantes en los miembros de su nación, renegando con ello del sentido democrático de la misma, al dejarla reducida a una ‘casta’”.
El autor, con una claridad que el lector sin duda apreciará, nos lleva, al hilo de esta reflexión, hasta las cuestiones primeras, dado que, “para comprender el sentido de la oposición entre las comprensiones aristocrática y democrática, hay que precisar que una y otra no remiten al mismo concepto de naturaleza ni a la misma concepción del destino o de la condición humanos, ni a las mismas representaciones del más allá y de lo terrestre, de lo verdadero y de lo falso, de lo real y de lo imaginario”.
Robert LEGROS es profesor de filosofía en la Universidad de Caen, disciplina que enseña también en la Universidad libre de Bruselas. Ha publicado L’idée d’humanité. Introduction à la phénoménologie (1990) y varios estudios sobre Hegel, entre ellos Sur l’antijudaïsme et le paganisme du jeune Hegel (1997).
ISBN: 978-84-87943-49-2